19 febrero 2007

 

Desde el norte: Yavi, Huacalera y Vilca

A la mañana siguiente me tomé un micro hasta La Quiaca para cambiar el pasaje de vuelta, pero la ciudad no me impresionó mucho porque es eso: una ciudad y no un pueblo como sí lo es Humahuaca. En el Hostel me habían dicho que en un remís, y en 20 minutos, estaría en Yavi. Asi que me baje en la terminal de La Quiaca, cambié el pasaje y luego tomé un remís que me dejó en Yavi. Es uno de esos pueblos en los que uno tiene que preguntar por dónde entrar porque no tiene una entrada señalizada (sentiende?). Asi que caminando fui adentrandome en esas pequeñas calles de tierra (a diferencia de Humahuaca donde son empedradas)y en las que se levantaban pequeñas casitas o chozas de adobe con techos de paja que le dan un encanto particular al pueblo. Allí también se encuentra el museo que, allá lejos y hace tiempo, fue la propiedad de un Marqués español durante la época de la conquista.
A la vuelta, llegué al hostel, me bañé y a la noche me acerqué al restaurant "Cacharpaya" donde comí un plato de locro "de ley" (así figuraba en la carta): riquísimo.
El Miércoles decidí ir hasta Huacalera, un pueblo que queda a casi 30 Km. de Humahuaca, asi que tomé el micro que salia a las 12 del mediodía. En Huacalera me llevé una sorpresa cuando recorriendolo me dí cuenta que era literalmente un pueblo fantasma: no había nada, la Iglesia se encontraba cerrada asi que no pude entrar, y los habitantes de las pocas casas apenas se asomaban por las ventanas.
Cuando me dí cuenta que el micro de vuelta pasaba dentro de dos horas y media (era la una de la tarde)preferí empezar a caminar por la ruta camino a Humahuaca en vez de esperar un micro en un pueblo fantasma.
Caminé mas de dos horas y media en plena ruta, al rayo del sol, donde las distancias no se acortan más, donde lo unico que hay a los costados son los hermosos cerros que se levantan, y con una botellita de agua que ya se me habia acabado hace rato: era como un beduino en el desierto con la garganta reseca y ardiente a causa de la tierra que levantaba el viento. Asi que no lo pensé más y empece a hacer dedo, los primeros intentos fueron en vano pero cuando ví que un auto se detenía y retrocedía hasta donde estaba yo, respiré tranquilo. Era una pareja de brasileros que me llevaron hasta Humahuaca y cuando desde la ventanilla del auto veía todo el camino que me faltaba caminar, no podía creer que por un momento pensé que lo podía llegar a hacer. Apenas bajé del auto y les dí las gracias a los brasileros, me compré una botella de agua que no me duro casi nada. Apenas llegué al hostel me tiré en la cama, estaba agotado, después de un rato fuí y reservé mi lugar para ir a cenar y escuchar a Ricardo Vilca, musico humahuaqueño cuyas melodías fueron interpretadas por la orquesta del Teatro Colón, y una de sus canciones fue interpretada por el grupo Divididos.
Asi fue que al anochecer de un Miércoles agitado me encontraba comiendo una cazuela de cabrito y escuchando las melodías de Vilca.
Al día siguiente, ya mas cerca del desentierro del carnaval, sería el Jueves de Comadres...

Ariel.

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Q-U-I-E-R-O I-R A-H-Í Y H-A-C-E-R E-S-O
 
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