26 enero 2007
Sencillamente Iruya.
Curvas y contracurvas, subidas y bajadas, el precipicio al costado del camino... vamos rumbo a Iruya. Delante nuestro podemos ver a los micros que nos anteceden en la que parece ser una expedición a la tierra prometida.
Los techos de los bondis van cargados de mochilas de los visitantes. Las laderas de los cerros están sembradas de casas de adobe y pequeños corrales.
La marcha del colectivo es lenta y el conductor parece un artesano al volante animado animado por las dificultades que que ofrece el trayecto.
En la mitad del recorrido hacemos un alto. Un cartel indica que estamos dejando Jujuy para ingresar a Salta, la altura es de 4000 metros. Parece que las montañas se mueven, estamos cerca de las nubes.
Al llegar Iruya nos recibe encantadora desde un mirador natural. Sitio ideal para observar las monatañas que la rodean. Sus callecitas de piedra, que suben y bajan, le dan un toque colonial al poblado. Es realmente un lugar soñado.
Magallanes.
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Los techos de los bondis van cargados de mochilas de los visitantes. Las laderas de los cerros están sembradas de casas de adobe y pequeños corrales.
La marcha del colectivo es lenta y el conductor parece un artesano al volante animado animado por las dificultades que que ofrece el trayecto.
En la mitad del recorrido hacemos un alto. Un cartel indica que estamos dejando Jujuy para ingresar a Salta, la altura es de 4000 metros. Parece que las montañas se mueven, estamos cerca de las nubes.
Al llegar Iruya nos recibe encantadora desde un mirador natural. Sitio ideal para observar las monatañas que la rodean. Sus callecitas de piedra, que suben y bajan, le dan un toque colonial al poblado. Es realmente un lugar soñado.
Magallanes.