23 febrero 2007

 

Desde el Norte: Colores pastel y blanco Ala

Ayer a las 10 de la mañana me tomé un micro y en un poco más de una hora me encontraba en Purmamarca, pueblo que resalta por que se encuentra allí el Cerro de los Siete Colores. Una belleza de tonos pasteles que se puede admirar desde (casi) cualquier punto del pueblo donde uno se encuentre. La verdad, da envidia saber que los habitantes del lugar apenas salen de sus casas tienen semejante vista. Allí saqué las fotos de rigor hasta que decidí ir a disfrutar de la calma que reinaba en la plaza.
Así estuve un largo rato hasta que se hizo el momento de tomar la combi que nos dejaría en las Salinas Grandes. El camino es hermoso y por momentos el vehículo debe transitar por una suerte de cornisa que incluye curvas muy pronunciadas, y que invitan a no dejar de mirar un solo momento. En el trayecto hacia las salinas hicimos dos paradas de rigor: la primera cuando llegamos a los 4000 metros de altura, y la segunda cuando subimos un poco más y la altitud era de 4170 metros.En esta última parada había un cartel al costado de la ruta que indicaba la altura en la que nos encontrábamos y en el que todos nos inmortalizamos.
Después de eso, ya empezamos a bajar hasta llegar a las salinas propiamente dichas que se empezaron a visualizar a lo lejos como un manto blanco.
Estuvimos 45 minutos sobre la sal: un gran desierto blanco que la vista no alcanzaba a cubrir por completo, a causa de la gran extensión. Caminando un poco se puede llegar a las piletas, hechas por la mano del hombre, y que mediante la sedimentación con el agua permite extraer las montañas de sal que luego será refinada y comercializada para el consumo humano.
Allí también estan los hombres que hacen sus artesanías de sal y viéndolos me ponía a pensar lo solos que se deben sentir cuando los contingentes de visitantes dejan ese inmenso desierto blanco...

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