18 octubre 2006
Si los viera el General.
Antes que nada se llenaron la boca. Algunos presagiaban que iba a ser la mayor movilización popular de la historia argentina, y no era para menos. Por fin el General, el mismo que tres veces había sido electo presidente de nuestro país por el voto popular, descansaría en paz donde tanto lo había deseado. Es que aquel paraje al sur de la Capital había sido su refugio de paz, descanso y amor con su segunda esposa, Eva Duarte. Sin dudas la mayor representante de los humildes, de los indefensos y de los que ella bautizó como los “descamizados”.
Entonces todo estaba preparado para ser una fiesta, pero algunos detalles de la organización dejaban entrever que, lo que debía ser una fiesta, podía terminar en una catástrofe. Porque la figura de Perón aún muerto es mucho más importante que la de cualquier otro líder, todos se pelaban por un lugar de privilegio junto a su ataúd. Y así fue. Primero las discordias se centraron en quienes iban a ser los oradores del acto.
Por una lado estaba Duhalde uno de los mentores del proyecto de la construcción del mausoleo, quien a pesar de tener el consenso de una gran mayoría de los “compañeros, en especial los de la UOCRA decidió permanecer lejos de San Vicente. Y no era para menos. Del otro lado estaba Kirchner, quien a pesar de tratar de despegarse cada vez que puede padre del Justicialismo, no podía dejar de estar ahí, en el centro de la escena. Sobre todo si el líder de la CGT y funcionario oculto del gobierno, Hugo Moyano, era uno de los organizadores de del acto.
La primera pulseada la ganó el ex líder a los camioneros, quien a pesar de no manejar el gremio en forma, lo hace a través de su hijo Pablo. Hijo de tigre. El segundo obstáculo a salvar era quien llevaría el cajón con el cuerpo disecado del “Primer trabajador”. Este conflicto quedó resuelto gracias a las dotes manuales de los empleados de la casa de sepelios, quienes resultaron ser los más adecuados para el último tramo del General antes de su morada final.
Luego del paso por la Central de los Trabajadores, donde el ex senador Duhalde rindió su personal homenaje al líder político, la caravana centró su marcha hacia San Vicente. Y mientas se dirigían hacia allí para coronar un “día peronista”, algunos compañeros presentaban batalla por el último peldaño del encuentro: la posición frente al palco. Entonces llegó el final que algunos querían. Las peleas por ver quien es más peronistas se hicieron incontrolables, al punto de los disparos con armas de fuego. Si, la que portaba el chofer y secretario personal de Pablo Moyano, un tal “Madonna” Queiroz.
Luego, todo fue corridas, piedrazos, y todo tipo de agresiones….Mientras el General, que observaba todo, se revolvía dentro del cajón y pensaba como en tantas otras vueltas de la historia que lo tuvieron como protagonista: “siguen siendo los mismo imberbes”.
Magallanes.
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Entonces todo estaba preparado para ser una fiesta, pero algunos detalles de la organización dejaban entrever que, lo que debía ser una fiesta, podía terminar en una catástrofe. Porque la figura de Perón aún muerto es mucho más importante que la de cualquier otro líder, todos se pelaban por un lugar de privilegio junto a su ataúd. Y así fue. Primero las discordias se centraron en quienes iban a ser los oradores del acto.
Por una lado estaba Duhalde uno de los mentores del proyecto de la construcción del mausoleo, quien a pesar de tener el consenso de una gran mayoría de los “compañeros, en especial los de la UOCRA decidió permanecer lejos de San Vicente. Y no era para menos. Del otro lado estaba Kirchner, quien a pesar de tratar de despegarse cada vez que puede padre del Justicialismo, no podía dejar de estar ahí, en el centro de la escena. Sobre todo si el líder de la CGT y funcionario oculto del gobierno, Hugo Moyano, era uno de los organizadores de del acto.
La primera pulseada la ganó el ex líder a los camioneros, quien a pesar de no manejar el gremio en forma, lo hace a través de su hijo Pablo. Hijo de tigre. El segundo obstáculo a salvar era quien llevaría el cajón con el cuerpo disecado del “Primer trabajador”. Este conflicto quedó resuelto gracias a las dotes manuales de los empleados de la casa de sepelios, quienes resultaron ser los más adecuados para el último tramo del General antes de su morada final.
Luego del paso por la Central de los Trabajadores, donde el ex senador Duhalde rindió su personal homenaje al líder político, la caravana centró su marcha hacia San Vicente. Y mientas se dirigían hacia allí para coronar un “día peronista”, algunos compañeros presentaban batalla por el último peldaño del encuentro: la posición frente al palco. Entonces llegó el final que algunos querían. Las peleas por ver quien es más peronistas se hicieron incontrolables, al punto de los disparos con armas de fuego. Si, la que portaba el chofer y secretario personal de Pablo Moyano, un tal “Madonna” Queiroz.
Luego, todo fue corridas, piedrazos, y todo tipo de agresiones….Mientras el General, que observaba todo, se revolvía dentro del cajón y pensaba como en tantas otras vueltas de la historia que lo tuvieron como protagonista: “siguen siendo los mismo imberbes”.
Magallanes.